El faro de Alejandría


Hay barcos que navegan siempre a favor del viento, pero sólo aquéllos que saben capear los temporales y despliegan sus velas hacia lo desconocido arriban libres a puerto.

domingo, 8 de abril de 2012

CÓMO ENFOCAR UN COMENTARIO CRÍTICO SOBRE SAN MANUEL BUENO MÁRTIR

¿CÓMO ENFOCAR UN COMENTARIO CRÍTICO DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR?

¿CÓMO ENFOCAR UN COMENTARIO CRÍTICO SOBRE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR?

Las ideas que quedan aquí expresadas son de carácter orientativo. Cada comentario puede elaborarse desde distintas perspectivas válidas y certeras. Lo importante es “razonar” y, a partir de las perspectivas seleccionadas, alcanzar una conclusión personal. Planteamos claves que pueden desarrollarse atendiendo al manual Cómo se hace un comentario de texto, Berenice, 2009.
REFLEXIONES SOBRE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR.

La obra de don Miguel de Unamuno es de una enorme densidad. No es una obra que nos deje indiferentes por la cantidad de interrogantes que plantea sobre cuestiones éticas que a todos nos afectan. Empezaremos por un acercamiento muy breve sobre algunas de las claves interpretativas.

La obra nos presenta la vida de un sacerdote sin fe. Su crisis personal y sus contradicciones se nos van manifestando a través del relato que realiza una testigo: Ángela. El segundo actante en importancia es el propio hermano de Ángela, Lázaro. Lázaro viene de América convencido de los planteamientos modernos, la lucha contra la superstición ignorante del pueblo, la defensa de la cultura –ciudad frente a aldea-, el ateísmo y la lucha de clases –sindicalismo- como clave del progreso social. Desde esta posición antagónica a don Manuel, irá evolucionando hasta convertirse en un “apóstol” de la posición vital del protagonista. Podemos ver en el protagonista el planteamiento vital del propio autor, Unamuno, en plena crisis de fe. A finales del siglo XIX el marxismo ha proclamado sus claves: el ateísmo y la lucha social como herramientas para el progreso social –dialéctica histórica y materialista-.

Parece que don Miguel, ante la perspectiva del materialismo, en la obra se planteara esta interrogante: ¿Y si Dios no existe, cómo debemos actuar los hombres?. Desde la perspectiva de una persona con fe en Cristo –Ángela-, debemos actuar movidos por el amor, ayudando a los demás, procurando el bien del prójimo, animados por la promesa de la vida eterna y la recompensa del paraíso. Para un materialista ateo, la religión es una forma de engañar al pueblo aprovechándose de su ignorancia, hay que educar al pueblo y huir de la ignorancia –la aldea-, debemos buscar el progreso. Para un marxista, el progreso sólo puede lograrse mediante la lucha de clases, y para luchar los débiles no tienen otro camino que el asociacionismo sindical. Es la postura de Lázaro. Don Manuel concilia estas posturas en su vida y su conclusión es muy sencilla: si Dios no existe, debemos seguir actuando como si existiera. Nada debe cambiar. El principio cristiano de amor al prójimo es el que debe presidir nuestros actos. En la obra, el sacerdote se desvive por ayudar a todos y cada uno de los habitantes de la aldea. Convierte el “actuar” en su forma de luchar contra la angustia vital que le producen sus dudas, en su “opio” particular. El fin que tenemos que perseguir es procurar la felicidad en los demás. En este sentido, no ve razón alguna para desengañar a los aldeanos de su fe en Dios; parte de la idea de que, en su simpleza, no serían capaces de asumir el sufrimiento que a él le causa su duda agónica, ¿para qué quitarles su fe si con ella son felices, si con la esperanza en la vida eterna se acercan a la muerte con tranquilidad? Esta actitud manifiesta el principio de “caridad cristiana” que revela a Lázaro en el lecho de muerte de su madre cuando le arranca la promesa de rezar por ella.

Por otra parte, rompe con la dialéctica del enfrentamiento de clases como impulso de la revolución social. El sindicalismo no nos conducirá a la felicidad soñada porque si lográramos un estado perfecto de bienestar caeríamos en el hastío, y con el hastío vendría la desgracia, no seríamos felices. El sufrimiento es connatural al ser humano, si no existieran angustias reales, problemas reales, los inventaríamos. Además, no lograremos evolucionar enfrentando a unos con otros, sino amando a todos y cada uno –también el rico es desgraciado en su riqueza, digno de lástima y amor-. La comunión –comunidad- cristiana vuelve a reivindicarse como la única fuente válida para, a través del amor, procurar la felicidad en esta vida.

Frente a la dialéctica marxista que repudia la religión porque anima a los obreros a soportar los sufrimientos de esta vida, con abnegación, como mérito para alcanzar en paraíso en el más allá, y que propugna la búsqueda del paraíso en esta vida que es la que tenemos, la tesis de don Miguel de Unamuno es que, en efecto, debemos buscar el paraíso en esta tierra –la idea se repite varias veces a lo largo de la obra, el paraíso está aquí, es nuestro Valverde-, pero que sólo podemos llegar a este paraíso a través del amor al prójimo y el compromiso con la comunidad, es decir, precisamente con los planteamientos cristianos.

Cada uno de estos apartados nos plantea serias reflexiones que pueden ayudarnos a desarrollar un magnífico ejercicio de comentario crítico: ¿Es el amor una herramienta más poderosa que el enfrentamiento para la revolución social? ¿Es ético engañar a los demás –simular una fe que no se siente- aunque el fin sea bueno –procurar su felicidad-? ¿Puede el fin justificar los medios? ¿Si aceptamos la idea de que Dios no existe, cómo debemos conducirnos en la vida y por qué de esa forma determinada? ¿Si Dios no existe, qué sentido tiene la realidad consciente?, ¿un sueño dentro de un sueño? ¿Cómo actuaríamos nosotros ante una situación parecida?

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