El faro de Alejandría


Hay barcos que navegan siempre a favor del viento, pero sólo aquéllos que saben capear los temporales y despliegan sus velas hacia lo desconocido arriban libres a puerto.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Pío Baroja (1872 - 1956)

:: Pío Baroja ::
Datos Biográficos | Personalidad
Ideología | Estilo | Obra


Datos biográficos

Pío Baroja nació en San Sebastián y vivió, durante casi toda su vida, en Madrid. Allí estudió Medicina y se doctoró con una tesis sobre El dolor. Su ejercicio como médico fue breve, en Cestona. Vuelve a Madrid donde entra en contacto con escritores como Azorín, Maeztu,. que le llevan a entregarse a la literatura, su gran vocación.

Publica sus primeros libros en 1900 tras una serie de colaboraciones en diarios y revistas. Sigue una etapa de intensa labor que conjuga con viajes por España y Europa. En 1911 publica El árbol de la ciencia. Hasta entonces había publicado ya, además de cuentos, artículos y ensayos, diecisiete novelas que constituyen lo más importante de su producción. Su fama se consolida y su vida se consagra a escribir volviéndose cada vez más sedentaria. En 1935 ingresa en la Real Academia. Durante la Guerra Civil pasa a Francia, pero en 1940 se instala de nuevo en Madrid. Muere en 1955.

Personalidad

Fue un solitario; él mismo (en Juventud, egolatría) se incluye entre quienes están, en cierto modo, "enfermos" por tener más sensibilidad de la necesaria. Más adelante insiste en esto desde otro ángulo: sabido es que su timidez y su espíritu de independencia, más aún que su misoginia, le hicieron rechazar el matrimonio, a la vez que fustigaba el recurso a la prostitución. Optó por una autorepresión a la que él mismo atribuye un "desequilibrio" y un talante de "hombre rabioso". Todo esto se plasma en un radical pesimismo sobre el hombre y el mundo: "la vida es esto, crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad", para él el hombre era egoísta, cruel y brutal. Y sin embargo, Baroja escondía otra cara más oculta, la de un hombre compasivo y tierno con los desvalidos y marginados, un sentimental necesitado de cariño, hipersensible ante el dolor y la injusticia que sentía una inmensa ternura por los seres desvalidos o marginados. Así se observa continuamente en su obra. Le caracteriza además una absoluta sinceridad: Baroja no quiere engañar ni engañarse (ya hemos visto cómo habla de sí mismo). Tal fue el código moral que aplicó hasta la exasperación, de ahí la fama de hosco y de individualista intratable que tuvo entre quienes no supieron ver el fondo desolado de su alma.

Ideología

La ideología de Baroja hay que considerarla de forma inseparable de su temperamento. Las ideas sobre el hombre y el mundo que se desprenden de sus obras se inscriben a la perfección en la línea del pesimismo existencial.
Es característico de Baroja su radical escepticismo religioso, social, económico. y llegaría a decir: "No existe verdad política y social. La misma verdad científica, matemática, está en entredicho, y si la Geometría puede tambalearse sobre las bases sólidas de Euclides, ¿qué no les podrá pasar a los dogmas éticos de la sociedad?". Son palabras reveladoras del desvalimiento espiritual propio de la crisis de principios de siglo.
Para Baroja el mundo carece de sentido, la vida le parece absurda y no alberga ninguna confianza en el hombre. Esta concepción hunde sus raíces en Schopenhauer, el filósofo más leído y admirado por Baroja, y se refleja en sus obras y personajes.

Su ideología política está marcada por el mismo escepticismo. Pese a sus contactos juveniles con el anarquismo, lo que realmente le atraía del mismo era la rebeldía, el impulso demoledor de la sociedad establecida. Rechazaba el comunismo, el socialismo y la democracia y pronto se encerró en un radical escepticismo y llegó a proclamarse partidario de una dictadura inteligente. En medio de estas ideas tan contradictorias, quizá la definición más apropiada sería la de "liberal radical". Volvemos a su individualismo y a su nula confianza en un mundo mejor. De su sedicente anarquismo sólo queda la postura iconoclasta. De ahí que sus personajes preferidos sean los inconformistas.

Estilo

Pío Baroja afirmaba que la novela era una especie de cajón de sastre en el que todo cabía; que no era necesario un planteamiento previo, sino que lo más importante era la naturalidad conseguida mediante la espontaneidad a la hora de escribir. Esta es la impresión superficial que producen muchas de sus novelas: episodios y acontecimientos puestos unos detrás de otros, anécdotas, divagaciones y digresiones, multitud de personajes ocasionales,. En realidad, no era tan espontáneo como él afirmaba; sí se preocupaba de la construcción narrativa y, en general sus novelas tienen una sutil línea estructural, de características muy sui generis.

La técnica narrativa de Baroja es sobre todo realista, basada en la observación de ambientes, situaciones y personajes de la vida real, pero vistos a través del particular subjetivismo del autor, lo que confiere a su obra un carácter impresionista.

En cuanto a los personajes, los protagonistas, sobria pero certeramente delineados, suelen ser seres marginales o enfrentados a la sociedad, a veces, cargados de frustración y otras lanzados a la acción. Como ya hemos dicho, las novelas de Baroja están pobladas por multitud de personajes secundarios, apenas caracterizados, que entran y salen sin previo aviso, pero que aportan con su presencia la misma impresión de variedad que se encuentra en la vida.

Se le ha criticado su estilo, a veces desaliñado o descuidado e incluso incorrecto. La verdad es que posee - con algún altibajo no significativo - una prosa clara, sencilla y espontánea, antirretórica, como era el ideal de todos los miembros de su generación, con abundancia de frases cortas y muy expresivas. Hay que destacar las descripciones líricas con las que Baroja, frecuentemente, remata largos pasajes narrativos y en las que condensa brevemente el ambiente y la impresión de lo narrado.

Obra

Pío Baroja fue el más importante novelista contemporáneo por sus extraordinarias dotes de narrador. Su influencia posterior ha sido enorme y los novelistas de la posguerra siempre le reconocieron como su maestro. Fue un escritor fecundísimo. Sus novelas son más de sesenta. Él mismo agrupó muchas de sus novelas en trilogías (34), pero estas clasificaciones, con alguna excepción, frecuentemente carecen de relación entre las obras que las integran. Hay que destacar las distintas trilogías:

- Tierra Vasca formada por La casa de Aizgorri(1900), el Mayorazgo de Labraz (1903)y Zalacaín el aventurero(1909) Esta última es un ejemplo de la novel de acción de Baroja. Narra, animada y ágilmente, la vida del vasco Martín Zalacaín: su infancia y aprendizaje para la vida, las trepidantes aventuras de contrabandista, su antagonismo con Carlos Ohando, el amor y la muerte trágica, todavía joven, y el halo de héroe popular creado en torno suyo.

- La lucha por la vida: La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1905). La primera es para muchos la obra más intensa del autor: Cuenta la historia de un muchacho, Manuel, que, venido de un pueblo a Madrid, va pasando por diversos ambientes y oficios hasta terminar en los suburbios de la ciudad, entre mendigos, golfos y vagos, al borde de la delincuencia. Baroja, con intención social testimonial, pinta descarnada y sombríamente, las clases medias bajas y, particularmente, los estratos más miserables de la sociedad madrileña de finales y comienzos de siglo: cuadros de ambiente, tipos de toda calaña - pícaros, prostitutas, criminales, proletarios - , la mendicidad y la miseria; y en medio, Manuel, que por su falta de voluntad y por la total desorganización social, se va degradando cada vez más, aunque no definitivamente, en la difícil lucha por la vida.

- La raza: A ella pertenece El árbol de la ciencia, La dama errante y La ciudad de la niebla.

El árbol de la ciencia es una novela típicamente noventayochista, en cuanto que refleja la crisis existencialista vital del inadaptado protagonista, Andrés Hurtado, sus disquisiciones pesimistas, las dolorosas experiencias que le conducen al suicidio, le dan pie a Baroja para realizar una feroz crítica de la sociedad española de su tiempo. En esta novela hay abundantes aspectos de la vida del propio Baroja.

Además escribió cuentos, novelas cortas, libros de viajes, biografías, ensayos, ... Resultan también destacables sus Memorias, tituladas Desde la última vuelta del camino, siete volúmenes que constituyen un importante testimonio de la personalidad del autor y un excepcional panorama de toda una época.

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El árbol de la ciencia. Pío Baroja

(Resumen del estudio de Ángel Basalta: “La novela de Baroja”)

El árbol de la ciencia narra la vida de Andrés Hurtado hasta su muerte por suicidio. El tema central del libro es la desorientación existencial del hombre inadaptado y encerrado en un callejón sin salida.

Estructura:

La novela consta de siete partes divididas en capítulos. Las tres primeras partes forman un conjunto en el que se presente al personaje: formación académica, intelectual y anímica; relaciones familiares y personales; primeras experiencias como médico.

La 1ª parte refleja sus estudios de medicina y la decepción ante profesores y alumnos.

La 2ª es un esbozo de la panorámica social del Madrid de las clases media y baja en las casas de la vecindad.

En la 3ª, Andrés viaja a un pueblo valenciano buscando el clima que cure la enfermedad de su hermano Luis. Termina la carrera y va como médico a un pueblo de Burgos, donde recibe la noticia de la muerte de su hermano.

La 4ª parte es un intermedio reflexivo. Es un extenso diálogo entre Andrés y su tío Iturrioz sobre el árbol de la vida y el árbol de la ciencia. Es el núcleo intelectual de la novela: constituye una recapitulación filosófica de la primera etapa vivida por Andrés y la formulación ideológica que verá comprobada en la siguiente. Las tres últimas partes también conforman un bloque en el que se desarrollan las experiencias profesionales y personales de Andrés hasta el trágico desenlace.

En la 5ª parte se narra la experiencia negativa de Andrés como médico en Alcolea.

En la 6ª regresa a Madrid y trabaja como médico de prostitutas y de pobres.

En la 7ª parte, Andrés se casa con Lulú, trabaja como traductor y encuentra la paz en el matrimonio hasta que todo acaba en tragedia: su hijo nace muerto, muere Lulú y él se suicida.

Aspectos filosóficos:

El árbol de la ciencia es una novela intelectual impregnada de una filosofía pesimista. Tres son los filósofos preferidos en las lecturas del protagonista: Kant, Schopenhauer y Nietzsche. De ellos, la presencia más influyente es la Schopenhauer. Así, en la novela se muestra desde el principio la relación entre el dolor y sufrimiento del hombre y la inteligencia y conocimiento empleados en la búsqueda de la verdad. Hurtado se va convenciendo de la filosofía pesimista del alemán ya en su período de alumno interno en el hospital, ante la contemplación del dolor de los enfermos y la crueldad del personal sanitario. Su dolor resalta más en contraste con la actitud inconsciente de su compañero Lamela, que está enamorado de una solterona fea, pero él la idealiza y la ve bellísima. También se aprecia el eco de Schopenhauer en la conducta de Hurtado cuando alivia el sufrimiento de su soledad familiar y de su rechazo de la farsa universitaria al ver el dolor de su amigo artrítico Fermín Ibarra: es el alivio del dolor personal ante la contemplación del ajeno. Hurtado intenta seguir el modelo de la abstención (“ataraxia”) schopenhaueriano hasta que la muerte de Luisito perturba la tranquilidad encontrada en el pueblo burgalés.
El auténtico núcleo filosófico de la novela está en la cuarta parte: en ella Iturrioz esboza su concepción del mundo partiendo de la imagen bíblica del árbol de la vida y el árbol de la ciencia (4ª parte, cap. 3).
Hurtado defiende la esperanza de que mediante la ciencia y el conocimiento se podrá llegar a un mundo mejor; pero ante la ruindad humana de Alcolea, llega al escepticismo puro, a la serena impasibilidad conseguida con la autolimitación, pero la pierde en la entrega sexual con Dorotea (5ª parte, cap. 10).
De nuevo en Madrid, vuelve a conseguir la ataraxia mediante la abstención social en el refugio de su matrimonio con Lulú, convencido de que “Iturrioz tenía razón: la Naturaleza no solo hacía el esclavo, sino que le daba el espíritu de la esclavitud” (6ª parte, cap. 8). Hurtado vuelve a perder la ataraxia (esa abstención vital propugnada por Schopenhauer) abatido por la muerte de su hijo y de su esposa, y, aplastado por el dolor, ya no puede conciliarse con la vida ni por medio de la ciencia ni por la de la abstención.


El título de la novela:

El árbol de la ciencia, insiste en lo intelectual, en el conocimiento de la verdad; todo acaba aplastado por el árbol de la vida, pero algún día la ciencia podrá ser útil, como parecen indicar las palabras finales: ”había en él algo de precursor”, referidas al suicida.

Aspectos sociales y políticos:

La novela refleja la vida española en el tránsito del S.XIX al XX. Desde un punto de vista noventayochista, Baroja muestra una desoladora panorámica que constituye el subtema más importante de la novela. Baroja refleja la realidad española en dos núcleos espaciales fundamentales, Madrid y Alcolea del Campo (a los que se añaden otros de menor importancia: pueblo de Valencia, Valencia capital, pueblo burgalés).
El núcleo espacial madrileño le sirve a Baroja para trazar una despiadada radiografía de las clases sociales y del ambiente cultural: la mísera sordidez de las casas de vecindad (su descripción adquiere tonos esperpénticos en la muerte del escritor bohemio Villasús); los ambientes de la prostitución (lacra tolerada y considerada como un mal necesario) donde la miseria se agudiza: viven amontonadas, reciben palizas brutales, padecen enfermedades, etc. Esta situación contrasta con los señoritos de la alta sociedad que las visitan, con las amas que las regentan, con la protección policial de que gozan alcahuetas, amas y chulos, con la “honrada decencia” de los empresarios contra los que el narrador descarga su ironía feroz (6ª parte, cap. 5).
Nada escapa a la visión demoledora: la religión católica aparece como funesta creadora de un mundo cómodo mediante la caridad y el paraíso prometido, mientras que sus ministros se entregan al bienestar, al juego y a la sexualidad pervertida. En Alcolea la férrea moral católica impone al pueblo un comportamiento que distorsiona su sexualidad internamente desenfrenada y alimentada por la pornografía. La sanidad tampoco queda mejor parada: hospitales sin higiene, trato humillante y cruel a los enfermos. Pero Baroja es especialmente satírico con la Universidad española, que aparece como símbolo de la vulgaridad intelectual: edificios inadecuados, falta de espíritu científico en alumnos juerguistas y en profesores ineptos. También aparece el abandono de la investigación, sin protección alguna por las instituciones ni la industria, lo que obliga al inventor Fermín Ibarra a emigrar a Bélgica.
En el terreno político se manifiesta la misma realidad penosa. El pueblo vive, engañado por sus gobernantes, el irresponsable optimismo ante la guerra con EE.UU, que acarreará la pérdida de sus colonias, provocando el Desastre del 98; sólo algunas mentes lúcidas como Iturrioz son conscientes de la triste realidad. Lo más grave es que, ocurrido el desastre, sigue la indiferencia general de los políticos y del pueblo, que parece no enterarse de nada. Todo ello causa la desolación de Andrés (6ª parte, cap. 1).
Esta situación se completa con la penosa realidad de la España rural ejemplificada en Alcolea del Campo: pueblo sin solidaridad, manejado por una política corrompida y aplastado por una economía paralizada; Alcolea está sitiada por la moral católica y el caciquismo de liberales y conservadores (grotescamente denominados “Ratones” y “Mochuelos”), que se turnan políticamente en la explotación del pueblo ignorante y resignado.
El atraso científico, la pobreza cultural, la desastrosa realidad social y la absoluta irresponsabilidad política dominantes en aquella época eran tan penosas como ciertas. Ante esto, el protagonista de la novela abandona toda rebeldía social a favor del escepticismo absoluto.

Problemática existencial:

Los dos ingredientes fundamentales de la novela (la filosofía pesimista de Schoenhauer y la penosa realidad social y política española) están relacionados entre sí de modo que constituyen el marco intelectual y humano en el que se desarrolla la problemática existencial de Andrés. Hurtado, que antepone la independencia como norma ética, no logra, ni en su familia, ni en la intelectualidad ni en la sociedad, un sistema de ideas en que basar su vida, convirtiéndose así en un exponente de los conflictos existenciales del intelectual de principio de siglo. Veamos su desarrollo:
- El desamparo familiar condiciona su personalidad. Rechazo, aislamiento, exceso de sensibilidad, agravados en la universidad en contraste con el pragmatismo de Aracil, con la estupidez de sus profesores, y alimentados por sus lecturas filosóficas.
- La depresión y la angustia se agudizan en contacto con la mísera de las casas de vecindad.
- Halla la paz en el pueblo levantino, pero en la capital valenciana su espíritu se ve perturbado por una angustia de signo cósmico ante las ciegas fuerzas de la Naturaleza ocultas en la noche.
- En la aldea de Burgos recobra el equilibrio, pero se rompe con la muerte de Luisito.
- Andrés escucha de Iturrioz su pesimista concepción del mundo, pero él confía en la ciencia, “que ni es cristiana, ni atea, ni revolucionaria, ni reaccionaria”, pero se derrumba por la experiencia repugnante de Alcolea.
- Ya en Madrid, Andrés, convencido de que Iturrioz tenía razón, llega a la esquizofrenia (6ª parte, cap. 8).
- Halla un oasis de tranquilidad con Lulú, pero vuelve a ser aplastado por el destino: malos presentimientos que se apoderan de su sensibilidad enfermiza, inquietud creada por el deseo de Lulú de tener un hijo, histerismo de ella en el embarazo; finalmente, la tragedia de la muerte de Lulú y el hijo hacen que la existencia se vuelva insoportable para Andrés. Pierde su confianza en la ciencia (la medicina no pudo salvar a su mujer) y en la Naturaleza (que tampoco curó a Luisito). Por lo tanto, se suicida. Sin embargo, la idea final (“Tenía algo de precursor”) ofrece una esperanza: las ideas no mueren, y el sacrificio de Andrés conlleva la esperanza de un mundo menos absurdo mediante el esfuerzo intelectual.